Una Introducción al Instinto que se Rehúsa a Desaparecer
Y ahora, quitaremos todas las restricciones, y a cada hoja de pasto se le permitirá crecer según le plazca: Snufkin
El anarquismo es la única forma de vida que ha funcionado o que puede funcionar. Es la única alternativa auténtica a las pseudo-alternativas de izquierda y derecha, del optimismo y pesimismo, e incluso del teísmo y ateísmo. Gracias a esto se puede esperar que sea pródigamente ignorado, ridiculizado y malentendido, incluso por anarquistas nominales.
¿Qué es el Anarquismo?
El anarquismo es el rechazo de la dominación. En una sociedad anarquista, lo que significa en la persona anarquista, nadie domina a nadie ni a nada. Esto no significa, como veremos, que no exista la autoridad.1Lo que el anarquismo rechaza es la autoridad que rige a través del poder para controlar o coercer al individuo en contra de su voluntad.
Existen dos excepciones cruciales. La primera consiste en que, al rehusar la dominación, necesariamente el anarquista debe restringir a aquellos que dominen, obliguen y controlen a otras personas. Violadores, asesinos, acosadores y, de forma menos directa, también los ladrones pretenden dominar a los demás por lo que se debe prevenir su acto.
La segunda excepción justifica al anarquista para que restrinja a aquellos que no tienen control de sí mismos. No hay coerción al prevenir que los niños, sonámbulos, drogadictos y borrachos, por dar un ejemplo, caminen hacia un precipicio. Si alguien tiene control de sí mismo e insiste en lanzarse de un precipicio, entonces una sociedad anarquista le permitirá hacerlo.
Esas dos excepciones responden parcialmente a dos de las objeciones más comunes contra el anarquismo. La primera es, ¿quién o qué, exactamente, va a detener a ladrones, violadores y asesinos de lastimar a otras personas? Y la segunda es ¿quién o qué va a detener a los locos, los melancólicos y los estúpidos de lastimarse a sí mismos? A lo que los anarquistas comúnmente responden: “la gente”. No el estado, ni los expertos profesionistas; nosotros. Por supuesto, lo incompleto de esta respuesta provoca objeciones mayores. Para responderlas, necesitamos reconocer aquellos elementos del mundo que controlan a los individuos contra su voluntad, elementos de los que nos debemos deshacer para crear una sociedad anarquista plena. Los llamo los siete dominios. En orden de sutilidad y prevalencia son:
- La monarquía [autocrática].
- El estado [capitalista-socialista] (incluyendo su dinero, ley, propiedad, policía, etc).
- La corporación [totalitaria].
- La mayoría [democrática].
- La institución [profesional-religiosa].
- El sistema [tecnocrático].
- El ego [mental-emocional].
Incluso a los anarquistas les resulta difícil reconocer que todas estas fuerzas son inherentemente coercitivas. No existen anarquistas que apoyen la monarquía, claro está, y muy pocos apoyarán el control que tienen las corporaciones, pero, sorprendentemente, el apoyo anarquista al estado, sus diferentes técnicas e instituciones prevalece sorprendentemente difundido (el voto, campañas electorales, apoyo a guerras2), al igual que el apoyo anarquista para la democracia (sindicalismo, anarco-sindicalismo y otras manifestaciones de “democracia directa”) y para el profesionalismo (profesores como Chomsky, Graeber, Bookchin, et al.). El sistema y el ego son tan sutiles y penetrantes que simplemente no asoman en la literatura anarquista (con las excepciones honorables de Lao Tzu,3 Leo Tolstoy, William Blake, Henry Miller e Iván Illich4). La ignorancia o apoyo de anarquistas a los poderes coercitivos de los siete dominios o que ellos (todos nosotros) cedan obligadamente ante estos, no hace que su apoyo sea una postura anarquista como no lo haría el que un vegetariano comiendo un sándwich con tocino representara una postura en la que el consumo de puerco sea vegetariana.
A pesar de lo que los anarquistas puedan o no pensar, es indiscutible que los siete dominios son coercitivos; estos controlan a los individuos y naturaleza contra su voluntad. Resulta indisputable que los reyes coercen a sus súbditos, que los estados hacen lo mismo, y que la posesión de propiedad y riqueza financiera, la capacidad de enunciar o manipular leyes, la fuerza impositiva de la mayoría, la especialización técnica, la autoridad profesional y la conformidad sistémica confieren el poder para dominar, a veces domesticar, a las personas. También es incontrovertible que, al sobrepasar un tamaño y complejidad determinados, las herramientas esclavizan a hombres y mujeres y los compelen a pensar, actuar e incluso sentir de formas ajenas a su nobleza natural; ya que, por ejemplo, optan por beneficiar al carro, o al sistema de transporte, o a la granja, o a la escuela por encima de sus propios instintos o los de la naturaleza. Finalmente, es innegable que la mente y emociones, ambas incansables, toman control de la experiencia consciente y provocan que hombres y mujeres hagan, digan, piensen y sientan cosas que en realidad no quieren experimentar; provocan el odio, por ejemplo, el enojo, la depresión y la preocupación. “Yo” quiero dejar de desear, dejar de preocuparme, pero si yo soy honesto, yo puedo ver que “yo” no estoy al mando. Mi estúpido ego es lo que manda.
Por lo tanto, el que una filosofía con la idea central de que todas las formas de dominación son un error debe, a pesar de los fallos y avenencias, oponerse al poder autónomo de estados, corporaciones, propiedad, profesionalismo, dinero, legislación, democracia, monarquismo, herramientas y el inherentemente necesitado, violento, obsesivamente deseoso, preocupado y planificador estado mental-emocional de nuestro ser falso.
Esta actitud le parecerá rara a las personas habituadas a vivir en sistemas dominantes, por decirlo suavemente. El tipo de independencia híper-radical que el anarquismo describe parece algo tan ajeno de la experiencia de las personas ordinarias que aquellos que la proponen bien podrían estar describiendo la mejor forma de vivir en Júpiter; y, aun así, de hecho, el anarquismo no es sólo el estado original de la sociedad humana, es la forma en la que la mayoría de nosotros vive, al menos cuando somos más felices. Somos anarquistas en nuestras relaciones amorosas, en nuestras amistades e incluso ocasionalmente en los dientes del sistema, al trabajar. Cuando el jefe se ausenta y todos se coordinan para trabajar y corregir el caos que dejó; ocasionalmente, por un instante fugaz, logramos una colectividad tan sencilla y efectiva que escapa de nuestra atención. Pero luego regresa el jefe, y el mundo ordinario del trabajo se asienta otra vez, de nuestras políticas, de la policía, maestros o dinero y al escuchar que alguien se declara anarquista, encontramos tal idea ridícula o en el mejor caso confusa. Pero seguramente…
Objeción 1. El Anarquismo es Inhumano
Debajo de todos los sistemas de dominación que nos compelen, ¿qué está en el corazón de la naturaleza humana? Si nadie ni nada nos controla, incluyendo nuestras propias emociones y pensamientos, ¿qué subsiste? ¿Cómo actuaremos? ¿Nos arrancaremos nuestras extremidades, miembro por miembro? ¿Robar, luchar y fornicar hasta la sima? ¿Enloquecer?
Los autoritarios, los genuinamente autoritarios que apoyan los siete dominios, contestan que “sí”. Dicen, en última instancia, la naturaleza humana es violenta, egoísta y estúpida, por lo que necesitamos reyes, estados, corporaciones, democracias, leyes, expertos y el control dominante de pensamientos o emociones para prevenir la “anarquía”, una palabra que interpretan como el descenso a un infierno del medioevo tardío, habitado por monstruos de forma humana cazándose y devorándose entre sí. Los libertarios, y de nuevo hablo de los verdaderos libertarios aquellos que rehúsan la coerción de cualquier forma, contestan “no”. Ciertamente, los seres humanos pueden ser violentos, egoístas y estúpidos, pero, en última instancia, somos criaturas pacíficas, generosas e inteligentes.
Los autoritarios comúnmente responden a dicha idea instándonos con un “mira a tu alrededor, mira a las personas, a las noticias, obviamente somos violentos egoístas y estúpidos”. Los psicólogos autoritarios asentirán; señalarán la gran multitud de experimentos que han demostrado que las personas son violentas, egoístas y estúpidas. Los filósofos autoritarios también asentirán, dirán que no hay orden, significado o inteligencia afuera de los siete dominios. Han elaborado teorías muy complicadas para esconder su desconfianza básica de la naturaleza y la naturaleza humana, la cual refleja la postura autoritaria en que se basan.
El libertario elucidará que las “personas” que nos rodean, las personas de quienes se quejan las personas autoritarias y sujetos de estudio de los psicólogos autoritarios, han sido criadas en un mundo de dominación por la fuerza. Decir que necesitamos de fuerzas autoritarias porque las personas que son dominadas por las fuerzas autoritarias son violentas, egoístas y estúpidas es una tautología. Es como decir que necesitamos meter en jaulas a los pájaros porque los pájaros enjaulados son un peligro.
La anarquista no basa su punto de vista de la humanidad en cómo las personas que la rodean piensan y actúan, sino en su propia naturaleza. En este aspecto no difiere con el autoritario; la diferencia estriba en que cuando ella ve en su interior encuentra que, aunque ella pueda ser mentirosa, cobarde, ridícula y sádica, en última instancia confía en sus instintos, que en última instancia es pacífica, generosa y tiene buena sensibilidad. Razona que los demás deben ser iguales; una conclusión que nace de sus relaciones más íntimas, que demuestra como la ausencia de control y fuerza no es una falta de orden.
Objeción 2. El Anarquismo es Caos
Una de las objeciones más comunes que los autoritarios contraponen al objetivo anarquista de eliminar todas las restricciones, no radica exclusivamente en el miedo de que el anarquismo sea un sinónimo de caos, ya que aquellos en control de la cultura inevitablemente moldean las definiciones de las palabras, el hecho escrito. La palabra “anarquía” significa, en los diccionarios del sistema, desorden; a pesar del hecho de que los anarquistas reales, con unas cuantas excepciones locas, jamás se han opuesto al orden. La cuestión que buscan preguntar es qué orden o el de quién. Los anarquistas creen que la única sociedad en la que vale la pena vivir se basa en una manifestación del orden natural, aquel que de forma natural o intuitivamente regula la vida individual o colectiva. Para los autoritarios esto no existe. No observan ninguna evidencia de ello. Lo que ellos ven en la “intuición” es una emocionalidad errática. Lo que ven en la naturaleza es principalmente, guerra, miedo, dolor, lucha jerárquica, escalafones graduados, machos alfa y demás. Para dichas personas, la naturaleza y naturaleza humana pueden contener elementos organizados, pero el resultado final es una interminable batalla en medio del caos de todos contra todos. La naturaleza puede estar ordenada finamente, tener belleza formal y ser nutritiva; pero no es de confiar. Por lo tanto, para organizar una sociedad, se precisa de la supresión y control de nuestros instintos naturales. El resultado: las personas se transforman en individuos resentidos, aburridos, estúpidos y violentos… lo que equivale a decir desordenados.
“¡Pero qué bien marcha todo! ¡Mira lo fantástico que es tu celular! ¡Lo bien asfaltado que están las autopistas!” Uno de los motivos por los que se dificulta percibir el caos del sistema recae en su orden formal. Todo parece bueno, siempre y cuando enfoques tu vista en la dirección correcta. Todo, por ejemplo, se ve bien en papel, porque el sistema ha hecho su primera prioridad, desde la invención de la escritura, asegurar que todo en el cielo y tierra sea legible, que se tenga la capacidad de nombrar, medir, estandarizar y controlar. Todo también se ve bien cuando está muerto. Una granja moderna es el epitome del orden porque nada vive en ella más que un único cultivo híper-ordenado cultivado para depender por completo de suministros sintéticos igualmente ordenados (se puede decir lo mismo de la ciudad moderna y de la computadora moderna). Finalmente, todo se ve bien cuando no tienes que prestar atención a lo que no está tan bien. No tenemos relación directa con nuestros semejantes, humanos o demás criaturas, por lo que se evita que percibamos la locura que reina afuera de la oficina (granja, fábrica o taller). Todas las interacciones importantes suceden a través del sistema, para que no tengamos que afrontar, o incluso percibir, la causa de nuestro orden formal (las vidas reales de personas que arman computadoras o los animales que llenan nuestras hamburguesas) o sus efectos (donde termina nuestra basura y mierda van cuando las desechamos). Las personas en el Occidente afluente viven dentro de una esfera antiséptica acondicionada con mini coopers, aspiradoras Dyson y servicios automatizados. Todo nos parece ser justo como les pareció a los antiguos griegos y romanos, quienes no tenían noción del horror en que se basaban sus vidas de conforts tan limpiamente dispuesta. Confiamos en nosotros mismos porque confiamos en la seguridad y orden de nuestros entornos; lo que reside afuera de la reja no vale la pena nuestra atención. Sabemos que allá afuera algo está mal, o intuitivamente lo sentimos, unos truenos y centellas lejanos mientras estamos de picnic, pero nos aterra, y por lo tanto regresamos al consumo de pulcritud que nos conforta y aleja la ansiedad. No hay nada de malo en que ordenes tu colección de discos o limpies tu cocina o colecciones timbres postales o mapas; pero el hecho estriba en que el sistema debe fabricar juguetes que calmen nuestras ansiedades producidas por el caos que resulta de la producción de juguetes que calman nuestras ansiedades producidas por el caos… de la dominación.
Domina a la tierra con tecnología industrial, domina a las personas con leyes represivas, domina a los niños con “disciplina” rígida, domina a las mujeres con fuerza física o artilugios intelectuales, domina a tu vida con planes estrictos, objetivos y sistemas, domina a la oscuridad con luz las 24 horas del día los siete días de la semana; ¿y qué ocurre? En papel todo parece funcionar perfectamente. En el mundo real la dominación produce caos.
Sin embargo, la dominación, no es lo mismo que el poder o incluso autoridad. El océano es poderoso, sinembargo los anarquistas no protestan contra las mareas. De la misma manera, los ancianos tienen, por virtud de su experiencia, una autoridad inmensa; pero sólo un engreído se opondría a la edad como principio o rehusarse a escuchar su sabiduría. Existe una diferencia crucial, que se refleja en el lenguaje, entre estar en la autoridad y ser una autoridad. En la primer conotación, tu poder viene de la posición que tomas, que es por definición un rol o rango inflexible, en el segundo, tu poder viene de estar en una situación para usar tu conocimiento, experiencia o sensibilidad; después, cuando las circunstancias cambien, el poder se evapora, justo como debe ser.
Fijar el poder en roles y rangos tiene el mismo efecto que fijar nombres en títulos, fijar significados en definiciones y fijar guías en leyes; terminan perdiendo su capacidad de respuesta a lo que realmente sucede. Resultado: una fabulosa ineficiencia, y una vez más, un caos imposible de manejar, como dan fe de ello todos aquellos que han trabajado en una organización regida por títulos, definiciones, leyes y poder fijos. Aquellos que están hasta abajo confrontando directamente la situación real son incapaces de lidiar con ella, mientras que aquellos hasta arriba no sólo no tienen idea de lo que está pasando, están aterrados por el poder de quienes pueden ver lo que necesita hacerse, y suprimen fanáticamente cualquier intento por usarlo.
En un grupo anarquista, quienquiera que tenga mayor habilidad o sensibilidad que los demás naturalmente “toma el mando”. Nadie con un poco de inteligencia, anarquista o de cualquier denominación, se rehusaría a desobedecer sin pensar a un marinero experimentando al estar en medio de una tormenta.5 En esencia, el distintivo de la habilidad y sensibilidad es que ninguno compele. Basta una sola palabra de un verdadero líder y todos harán lo que les plazca. Una vez que removemos de la compulsión, manan naturalmente la habilidad y sensibilidad como fuentes de autoridad. Por lo tanto, una sociedad anarquista está, realmente, llena de líderes.6
Al igual que el anarquismo no resulta antitético a la autoridad, poder y orden, no es incompatible con lo que pudieran parecer reglas. Una queja común en los foros de discusión anarquista surge como “¡este no es un foro verdaderamente anarquista!, puesto que tienen reglas”. La cuestión no radica en la existencia de reglas, pero en su fluidez (al permiter excepciones contextuales), sus límites (la libertad que uno obtiene al ignorarlas) o su propósito (cuál es el fin de tales regulaciones). Las “leyes” anarquistas, a diferencia de las del sistema, se adaptan a la inteligencia del individuo y a la multitud de situaciones excepcionales en las que se encuentra, permite a los desertores hacer lo que quieran más allá de sus límites de aplicación y, crucialmente, obedecen una verdad no-egóica.
Estarás pensando que todo eso suena muy bien, pero, ¿qué haremos con los perezosos, los que no trabajen, los ladrones y criminales, aquellos que roban lo que los demás tienen o producen? La respuesta anarquista reconoce que hemos mantenido a dichas personas durante milenios. Los llamamos las élites. Cuando las personas trabajan para sí mismos y para sus semejantes, sin coerción ni control y bajo circunstancias razonablemente prometedoras, no abusan ni roban de los demás. Por supuesto, siempre habrá algunos que lo harán, pero cuando no ostentan el poder, como lo hacen ahora, se puede lidiar fácilmente con ellos.
El miedo de que somos incapaces de cuidarnos a nosotros mismos sin la policía7 o que no podemos curarnos a nosotros mismos sin doctores es idéntico al miedo de que no nos podemos alimentar sin supermercados. Considera las escuelas.8 El autoritario pregunta, ¿cómo educaremos a nuestros niños sin ella. La objeción, como todas las objeciones al anarquismo, aísla la institución en cuestión del contexto y conciencia. Dice, dado que la realidad es lo que es (una colección de objetos escasos), la sociedad es lo que es (territorio enemigo) y que las personas son como son (simios egoístas o dioses pecadores), si quitamos las instituciones que nos protegen de la realidad, que organizan la sociedad y regulan a las personas, entonces todo ser irá por la borda. Y, dadas esas premisas, todo se iría por la borda.9
Un mundo sin escuelas nos exige una sociedad educativa; en la que la naturaleza y actividades de los adultos que la habitan estén libremente al alcance de los niños. Las oportunidades para aprender, lo cual equivale a oportunidades para trabajar y jugar, son, como todo lo demás en la naturaleza, abundantes (ver Mito 3). Cuando los niños pueden acompañar a los adultos en las orquestas, talleres, librerías, laboratorios, clínicas, teatros, granjas y estadios de futbol; aprenden. La razón por la que no se le permite aprender su cultura de esta forma, a través del contacto directo con la realidad, sin la ministración de un intermediario credencializado, es porque esa realidad es salvaje.10 Puede influenciarse, entenderse y usarse, sin mencionar que puede ser adorada, pero no puede ser dominada. Esta es la realidad, y no el prospecto de millones de niños vegetando frente sus playstations, que horroriza a aquellos que están adictos al control institucional.
Asimismo, cuando el trabajo es placentero (o mínimo significativo), cuando el descanso es accesible, cuando la vida silvestre está a la mano, cuando las personas ordinarias tienen acceso a las herramientas y técnicas de la salud, cuando pueden auto-diagnosticarse y auto-medicarse, cuando pueden aprender a lidiar con el dolor por sus medios, cuando pueden morir por su propia cuenta; cuando, para resumir, la sociedad es saludable, no existe la necesidad de doctores profesionistas. Hay una necesidad para que las personas naturalmente se especialicen en procedimientos complejos y técnicas riesgosas, justo al igual que hay personas que tienen una necesidad natural para reventar una batería al hacer música, pero en una sociedad anárquica, todos llevan el ritmo.
Objeción 3. El Anarquismo es Violento
Si lo primero que viene a la mente al escuchar la palabra “anarquismo” es “caos”, lo más probable es que la segunda sea “violencia”. Ambas asociaciones se han promovido desde que el anarquismo ganó la fuerza que le diera notoriedad, como sucedió durante grandes momentos durante el siglo XIX, pero la idea de un malhechor mostachón está acechando en las sombras se popularizó sensacionalmente después de que muchas cabezas del estado fueran asesinadas por anarquistas al final del Siglo XIX. El estereotipo evolucionó por muchos años, hoy en día, la caricatura típica es de un tipo usando la máscara de V de Vendetta cargando una bomba, pero continúa siendo caracterizada por una violencia juvenil indiscriminada.
La esencia del problema fue identificada inicialmente por [el socialista] George Orwell, que se quejó con su amigo anarquista, George Woodcock, que no había nada que pudiera frenar el pensamiento grupal que dominaba las sociedades anarquistas con la misma fuerza coercitiva que impone el estado; y en efecto, es justo lo que suele suceder. Un tipo particular de cretino es atraído al anarquismo, justo como cierto tipo de idiota siente atracción por la música clásica, equipo deportivo o Hello Kitty. Su idiotez es mutuamente reforzante (a través de estigmatizar a los demás y glorificar a los participantes internos) y se degrada a sí mismo (a través de los estereotipos y el comportamiento estereotípico) lo cual termina con clichés instantáneos fáciles de señalar por el amarillismo y vituperado por sus oponentes. Los grupos jóvenes de ateos violentos con atavíos anarquistas, que leen a Chuck Palahniuk, escuchan música hardcore en demostraciones violentas, viviendo en barrios inmundos11 y compartiendo fantasías desagradables de como exterminan a los puercos, no son difíciles de encontrar, pero no representan al anarquismo más de lo que Cliff Richards representa la Cristiandad o Helen Lewis representa a las mujeres. De hecho, una gran proporción de anarquistas son pacifistas, algunos a un grado extremo (Gandhi, por ejemplo, se identificó a sí mismo como anarquista12). No es que el pacifismo sea necesariamente anarquista, o que la violencia13 no sea a veces necesaria (ciertamente lo es, particularmente contra la propiedad). Actualmente, el pacifismo es un absurdo impotente, inmoral y a menudo racista (dado que Gandhi, incluso Martin Luther King Jr., no se oponían a la insurrección armada cuando el pacifismo no funcionaba14). Incluso, quienes sugieren que los nativos americanos, judíos, y laosianos debieron haber aguardado con velas, “presenciando los eventos” e invocando pensamientos positivos para acabar con el genocidio defenderían violentamente a su hija de cuatro de años contra cualquier ataque.
Una caracterización total del anarquismo como “violento” (o “infantil”, otra forma común de menospreciarlo) que se basa en las mentes inquietas que atrae o el uso o recomendación ocasional de violencia (justificada o no), no es solo una caricaturización, es un tanto hipócrita cuando viene de un rey, capitalista, socialista o cualquier otro representante del sistema. Una forma de vida más violenta que el sistema es casi imposible de imaginar (ver mito 13).
Objeción 4. El Anarquismo es Limitado
Otra de las dudas comunes que las personas expresan del anarquismo cuestionan su capacidad de funcionar en grupos mayores a unos cuantos cientos de personas. Los críticos sostienen que cuando se trata de grupos pequeños de comunidades pre-agrícolas y radicales inadaptados es posible que sean capaces de manejar la vida sin leyes coercitivas y demás, pero ¿cómo será posible que organicemos una sociedad global post-industrial de manera informal?
No lo haremos. Es imposible. Un mundo tal como el que tenemos no puede funcionar de abajo hacia arriba. El tipo de mundo que puede emerger de los principios anarquistas es una pregunta abierta. La cooperación anarquista a gran escala y el intercambio internacional libre son perfectamente viables y nos llevarían a un mundo extremadamente complejo; sencillamente no estaría gobernado por zares, comisarios, planes rígidos y leyes fijas. De hecho, el anarquismo no es más antitético a las federaciones complejas de lo que puede serlo el liderazgo, autoridad y ley. A lo que se opone, de nuevo, es al control jerárquico. Las federaciones anarquistas son, en efecto, jerárquicas;15 pero son extremadamente llanas en cuanto a que el poder en el nivel superior equivale a cero; aquellos que están en la cima pueden hacer poco más que dar recomendaciones y relevos.
Esto no significa que sean inefectivas (como lo son los cuerpos de consejo en el sistema) como tampoco lo es la sabiduría de la abuela. Como ha señalado el anarquista de gran influencia, Colin Ward, el servicio postal internacional y las vías de ferrocarril son estructuras anarquistas masivas, sin ningún control central, como lo fueron muchas de las sociedades pre-civilizadas, que como James C. Scott relata, eran enormes. Y hemos tenido un pequeño vistazo, aunque sólo durara pocos momentos, de una sociedad anarquista moderna a mayor escala en la España de la revolución. Esta duró poco tiempo, estuvo plagada de concesiones, tuvo que enfrentar una oposición violenta del ala derecha fascista y también del ala izquierda comunista y todas las argucias y confusiones que uno pueda esperar de tal experimento radical y permisivo; pero acontecieron ejemplos asombrosos de organización y generosidad espontánea y pacífica, de nuevo, a una escala extraordinaria, en España.16
Pero aguarda, ¿qué podría frenar a un estado poderoso de tomar una federación anarquista informal y débil? Casi nada. ¿Acaso quiere decir que nuestro sistema inmunológico no sirve o que es un fracaso porque una bala nos puede asesinar? El anarquismo genuino previene que las jerarquías autoritarias se formen, pero no puede protegernos contra los vastos estados militarizados que han invertido milenios en instaurarse de la misma forma que un hormiguero pueda defenderse de una bomba nuclear. Esta realidad no hace que el anarquismo carezca de poder, como ya veremos.
Objeción 5. El Anarquismo es Incivilizado
Esto es correcto. El anarquismo, en la medida en que logra su efectividad y coherencia, rechaza toda la maquinaria de dominación que normalmente llamamos “civilización”. Durante la mayor parte de la historia humana dichas sociedades eran la norma, y hasta recientemente, permanecieron innumerables remanencias de tiempos que demostraron, a un nivel variado, las consecuencias de vivir de forma genuinamente anarquista; sociedades en las que la equidad social y relaciones sexuales eran la norma, el trabajo era placentero, había una ausencia de escasez, no había dinero, no había armas ni ejércitos y el sufrimiento era poco, al menos en comparación con lo que experimentamos hoy. Ciertamente nada como la depresión clínica, esquizofrenia, psicopatía y demás. Una experiencia humana longeva, saludable y feliz es la postura consensual entre aquellos que estudian los pueblos ancestrales o primitivos. Había problemas, por supuesto, tensiones, desacuerdos, incluso asesinatos, y por supuesto que la vida silvestre es una compañía brutal con poco sentimentalismo, pero en ausencia de la propiedad, poder especializado y otras complicaciones, los problemas interpersonales encontraban solución. Por lo tanto, había desacuerdos y dudas sobre lo que debía hacerse, pero estas no se resolvían por medio de la votación a la que una minoría era compelida a someterse; en efecto, muy a menudo no se resolvían de forma explícita.17 La resolución de problemas ocurrían de una forma, hoy en día, casi inimaginable; observando, juntos, qué era lo correcto por hacer.
Basarse en la organización social más exitosa de la historia como un tipo de modelo que sirva para guiarnos hacia lo que deberíamos aspirar colectivamente se conoce con el nombre de anarco-primitivismo; el rechazo general de las formas civilizadas de organización, tales como el cultivo bajo control centralizado de cereales, tecnología industrial, hegemonía institucional y demás. A pesar de las caricaturas que los críticos inventan (¡usa un celular, es un hipócrita!), el anarco-primitivismo no adopta un rechazo ridículo de toda la tecnología (como el fuego, alfarería o incluso agricultura, la cual, incidentalmente, antecede los horrores de las plantaciones administradas por el estado18) o que exigen que los anarco-primitivistas se desvistan completamente y se guarezcan en árboles; y ciertamente no exige, como algunos críticos quisieran creer, una exterminación de la humanidad. Sencillamente reconoce que la coerción y control operan a un nivel mucho más profundo y no se limita al acoso de parte de reyes, parlamentos y corporaciones a las personas; que estamos domesticados, incluso aún más, por nuestras herramientas,19 al igual que por aquellos que las controlan, y que una sociedad funcional debe basarse en la equidad no-democrática, sensibilidad y autonomía de nuestros ancestros. Bajo tal entendimiento, el anarco-primitivismo es anarquismo.
Dejando a un lado la terminología, las sociedades primarias no son las únicas que comprueban que no dependemos del dinero, sistemas usureros de deuda esclavizadora, híper-especialización, intrincadas redes de poder profesional, burocracia, leyes y técnicas similares de la civilización para vivir armoniosamente juntos. Las personas de todo el mundo, desde la edad media hasta el día de hoy, han funcionado basándose en sistemas de decisiones informales y descentralizados, tomando las riendas de sus propias vidas, trabajando, jugando, educándose a sí mismos y lidiando con el conflicto sin la interferencia de los dominios. Los suministros de dinero se han evaporado, la policía se ha desvanecido, los gobiernos se han quebrado y las personas han descubierto que la vida, no sólo continúa, pero que es más fácil y más placentera. Por lo general, esto sucede durante una crisis, como cuando los bancos cerraron en Irlanda en 1970 o en los primeros días de las revoluciones británica, francesa, rusa, china y húngara, en los días de primavera de Praga en 1968 y al quebrarse el comunismo en la antigua Unión Soviética, sin mencionar en medio de las catástrofes naturales, cuando las personas han encontrado, a pesar de los horrores que acompañaron estos eventos, inteligencia colectiva, ingenio y convivio. Esto los ha sorprendido, justo como lo hace con nosotros, quienes estamos acostumbrados a ver en el quiebre de la “sociedad” una imagen de caos brutal. Dicho caos existe, por supuesto, pero sólo cuando las dominaciones perduran. No es la ausencia de la civilización la que provoca disturbios y violencia durante tiempos de crisis social, sino su presencia.
Las sociedades de labriegos habitan en todo el mundo, algunas gozan de gran complejidad y difusión, también demuestran que las distintas máquinas de coerción civilizada no son requisito para organizar la vida. Durante milenios, los grupos que viven en la periferia de los estados civilizados, los bárbaros, los locos, han llevado a cabo sus vidas exitosamente siguiendo rutas anarquistas, mientras que se resisten al control centralizado.20 De nuevo, no han estado sin sus problemas marcadamente no-anarquistas internos, pero aquellos con la voluntad de observar, pueden evidenciar el genio y harmonía posibles entre personas que trabajan juntas afuera del sistema de control.
El anarquismo funciona y hay evidencia importante que lo demuestra. Sin embargo, en última instancia, la evidencia es secundaria o incluso terciaria. No necesitas evidencia para razonar que el robo es imposible en una sociedad donde nadie tenga pertenencias, la policía es innecesaria cuando no hay leyes que se deban hacer cumplir o fronteras que defender, un establecimiento educativo es redundante cuando la sociedad misma (sin mencionar la exposición a la naturaleza) es educativa y la profesión médica no tiene nada que hacer al remover las causas de la enfermedad y locura. Más que eso, y quizás lo más importante de todo, no necesitas evidencia para saber que tú no necesitas de gobiernos ni instituciones que te digan qué hacer y que, en última instancia, tú no eres diferente de ellos.
Objeción 6. El Anarquismo es Irreal
Si aceptamos que el anarquismo es un acercamiento viable a nuestras vidas, y que los Sex Pistols no le brindan una representación adecuada, existe otra, y para muchos decisiva, objeción que se opone a llevar a cabo una forma de vida genuinamente anarquista; el anarquismo es una fantasía utópica celestial. Dado que estamos lo más lejos de un mundo anarquista de lo que es posible, ¿cómo diablos vamos a llegar ahí? Dado que todo el mundo tendría que ser anarquista o el poder tecnológico concentrado rápidamente superaría a todo lo demás, ¿cómo vamos a crear un paraíso anarquista internacional?
Una vez más, no lo haremos. En primer lugar, bajo el reconocimiento fundamental de que la naturaleza, incluyendo la naturaleza humana consciente, es inherentemente inteligente (una inteligencia viva responsiva a un contexto fenomenalmente complejo y siempre cambiante), las estrategias anarquistas para organizar la sociedad son necesariamente en extremo débiles. Las personas, a riendas sueltas, crearán sus propias federaciones únicas, asociaciones, culturas, tradiciones, guías de vida fluidas, modos de trabajo y demás. Podemos hablar seguridad de ciertos atributos que casi todo pueblo, granja o teatro funcional, libre y anarquista contendrá; rituales que disuelvan el ego, grupos pequeños confederados en uno más grande y débil, uso de herramientas que personas ordinarias puedan usar y arreglar, la presencia de lo silvestre, el amor y la manualidad, libertad para mujeres y niños, líderes que no dominan, etc. En definitiva, no sabemos cómo una cantidad innumerable de personas en una cantidad innumerable de situaciones vayan a decidir cómo organizan sus vidas. Y afortunadamente no lo sabemos.
Además de todo esto, enfrentamos el sistema mundial titánico tal como es. Debelarlo y permitir el surgimiento del anarquismo nos es imposible. Como van las cosas, nos tomaría siglos cambiar nuestras instituciones (de acuerdo a algunos estimados llevaría más de 400 años cambiar nuestros sistemas energéticos21). Agrega el poder, extensión e invasión del sistema estado-corporación tecnológico y sus órganos de control profesionistas, políticos y militares, luego multiplícalo por la domesticación, pasividad, enfermedad y miedo de las masas e incorpora el nivel de contaminación que corrompe al planeta, la poca cobertura forestal que permanece, la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera, la velocidad a la que se derriten los hielos polares y permafrost y el calentamiento de los océanos, el tiempo que nos queda antes de quemar todo el petróleo, agotar los metales raros, agua potable, peces y mantillo fértil para cultivo… apiña todas estas realidades, si es que tienes la capacidad de percibirlas (pocos lo pueden hacer), y corónalo con la abominación normalizada que es el mundo, la profundidad de la disolución y oscuridad en la que ahora vivimos, tan alejadas de la inteligencia y gozo colectivos que sólo parecen ser sueños dentro de sueños dentro de sueños; si es que llegan a vislumbrarse del todo. Y entonces, finalmente, considera lo que significa posicionar todo esto como un proceso, considera la tenacidad del sistema; la forma en que crece sin freno, levantando pedazos de las civilizaciones e instituciones fallidas, mejorando sus técnicas, empujando inexorablemente en la misma dirección, diseminándose infatigablemente hacia afuera, colonizando, racionalizando, fijando, definiendo y controlando más y más y más y más. Estamos al borde de la perdición y el sistema no sólo crece, imita los intereses compuestos que le abren paso, creciendo exponencialmente. Jamás se detiene, nunca duerme, y nunca jamás se rinde, es la maldad, la súper-mente inhumana por excelencia. Es tan absoluto que de la misma forma que vuelve al más radical un hipócrita con sentimientos de culpa (¡pero sólo mira!, este radical usa tenis de una maquiladora que explota a sus trabajadores), desintegra, sofoca y dispersa no sólo a sus simpatizantes, sino a sus oponentes. Los radicales, obligados como todos los demás a mamar de la teta satánica, no se robustece con las debilidades del sistema, sino que se debilita a la par.
Ahora, después de contemplar todo esto, considera la capacidad de logro de un reajuste, la efectividad real de las reformas, cambios, marchas y reportes para frenar definitivamente al leviatán, para que nunca recoja sus herramientas. Nada. Considera lo absurdo, lo cegador que sería suponer que podemos legislar una solución, o incluso más ridículo, que podemos virar tecnológicamente el crecimiento hacia canales “eco-amistosos”; en efecto, de que haya alguien capaz de controlar racionalmente la sociedad. Considera lo que se necesita hacer en realidad para prevenir el exterminio a corto plazo del mundo natural, y, con ello, nuestra susodicha civilización: un crecimiento negativo inmediato y masivo, redistribución de la riqueza y poder, una reducción colosal del uso de energía y el desmantelamiento radical del sistema estado-corporación (capitalista y socialista por igual), y todo esto en todas partes del mundo inmediatamente. ¿Qué se necesita hacer? El sistema debe finalizar. Para bien. ¿Y quién lo va lograr? Nosotros, aquellos de nosotros que hacemos el esfuerzo de entender el problema, somos estupendamente débiles. Unos cuantos raros que se oponen al mecanismo, de más de diez mil años de creación, que ha invadido hasta el último resquicio del mundo natural y la mente humana. Está en todos lados a todo momento, en todas las personas. Es el cuerpo poluto, las emociones incansables y basado en ello, el discurrir de todos los pensamientos. No tenemos ni una remota oportunidad.
Nosotros no podemos, ¡pero conozco alguien capaz!
Tenemos un aliado en nuestra larga lucha contra la Zona del Mal, un aliado que es al sistema lo que el sistema es para nosotros; un poder inimaginable. Poderosa a una escala épica y universal. Esta aliada se conoce con varios nombres, pero aquí emplearemos el menos controvertido, el más común al uso común, naturaleza. La naturaleza es una activista más efectiva que el humano; y ella, a diferencia de nosotros, no entra en discusiones. La naturaleza no vota, no protesta ni escribe peticiones o forma sindicatos o escribe cartas con indignación ni lanza campañas en medios sociales. Prefiere, sin esfuerzo, eliminar el mundo.
El sistema cree que entiende la naturaleza porque la puede medir y describir cada aspecto de ella que sea medible y describible; el susodicho mundo “objetivo” de cosas y eventos (forma externa) y el llamado mundo “subjetivo” de pensamientos y emociones (forma interna). Al sistema le parece que todo es forma y sus filósofos aseguran con regularidad que todo es natural. La palabra “anti-natural” carece de significado porque son incapaces de experimentar la esencia de la naturaleza, que le precede y constituye. “Natural”, el orden natural con el que los anarquistas buscan basar la sociedad, describe la consciencia que precede la forma interna y el contexto que constituye la forma externa. Es esta esencia natural que produce al gorrión y lo guía a responder naturalmente a la tijereta. La falta de consciencia y separación del contexto produce una avioneta fumigadora y la guía a responder anti-naturalmente a la tijereta.
Para la mente, que genera su propia información, la organización natural es imposible de comprender. La mente es un mecanismo binario. Ya sea que perciba la partícula u onda, o aquí o allá, ya sea orden o caos. La naturaleza, como la consciencia, es unitaria. Es ambas onda y partícula, ambas, aquí y allá, ambas caótica y ordenada. Cuando el anarquista enfatiza (sin evidencia binaria22) que la naturaleza debe reinar sobre el método científico, transporte, educación, agricultura, diseño urbano o cualquier otro aspecto de la vida, la mente (en cuanto está informada por la mente o por el sistema surgido de la mente), se opone. Crea un objeto a partir de la naturaleza, una cosa por ahí, desordenada, fuera de control, salvaje, caótica, que debe aislarse, dominarse y ordenarse antes de que pueda moverse aquí. La idea de que la naturaleza pueda organizar la sociedad con la misma inteligencia y belleza con la que organiza la copa de los árboles y las redes de micelios es impensable.
Por lo tanto, la naturaleza que va a arrasar con el mundo no se conforma de tan sólo los huracanes, inundaciones, sequías, enfermedades y heladas que, incluso mientras lees, aguardan, no sólo como olas de personas desplazadas que barren la tierra o la inimaginable guerra civil que se avecina, también involucra al principio súper-íntimo detrás del cataclismo. No bastará con sólo derribar las líneas eléctricas y hacer estallar al gobierno para liberar a la mente. El sistema penetra los nichos más profundos de la psique. Desde el momento en que nace, el ser se moldea gradualmente hasta adoptar una forma que obedezca al sistema; a través de la corrupción (bien intencionada) de la influencia familiar (la represión errática, emocional, dolorosa y continua [aunque inconsciente] de los instintos personales más nobles y sutiles) a través de las presiones continuas de la socialización para aceptar, conformarse y someterse a los requisitos de la escuela, oficina, corte, órganos gubernamentales y el híper-mundo artificial que los absorbe lentamente; a través de la habituación del simulacro totalizador del espectáculo, la exposición continua a su propaganda infatigable y sumisión a sus estimulaciones adictivas, todo esto está diseñado (de nuevo, inconscientemente) apuntando a las ansiedades y manías particulares del individuo; al llevar una existencia que se vive a través de entornos continuamente mediados, sin naturaleza salvaje, sin verdades directas, sin profundidad estética y, en aumento, se prohíbe el acceso a la realidad cada vez más; al depender completamente del sistema para todas nuestras necesidades, el ser se transforma en una criatura fantasmal y emocional, sobre involucrada, de elevada abstracción y constantemente distraída, blanda, semi-muerta, completamente predecible, insensible, y un apéndice del sistema e incapaz de discernir lo que no es su ser. En otras palabras, el ser se trasforma en ego, un mecanismo auto-informado mental-emocional que acepta por completo los determinantes de la realidad del sistema. Se puede revelar contra los conceptos estrechos de “el sistema”, puede fantasear con todos los tipos de libertad artística y creativa, puede inventar todo género de conspiraciones que justifiquen su miseria y confinamiento, puede, es más, debe, deshacerse o desaparecer completamente, pero mientras el sistema-ego reine sobre la experiencia consciente, el mundo ordinario siempre parecerá ser el mundo ordinario y no, como lo es, a cada segundo, una invitación pendiente a un impactante maravilla ante la liberación psicológica anti-egóica.
Este condicionamiento profundo no es sólo, como es de vital importancia comprender, meramente una creencia intelectual, un cuestionamiento para “aceptar las narrativas oficiales” (aunque sí lo es). No sólo hablamos de la ansiedad y deseos asociados con el poder emocional del condicionamiento social y pensamiento grupal (aunque también se trata de eso). El ego condicionado por el sistema no sólo esparce la insensatez absurda científica o religiosa de cualquier culto, profesión o estado al que pertenezca, no solamente piensa, siente e incluso actúa como el sistema lo hace, pero ve y siente sistemáticamente. El ser entero está colonizado. De esta forma, con el paso del tiempo, el mundo discreto de instituciones y el difuso híper-mundo del mundo cerebral, parecen fundirse con la naturaleza. “Se transforma en una necesidad y una fe, y se vive como tal”23; una normalidad opresiva que consume todo. Sin embargo, a diferencia de la normalidad de la naturaleza, es ajeno a nosotros, queda más allá de nuestra capacidad de experimentar, influenciar o entender significativamente. En sueños nos parece una amenaza monstruosa e intangible, aunque al despertar la defendamos con nuestras vidas. Esta es la razón por la que los momentos genuinos de liberación se sienten como un tipo de muerte; porque no sólo estamos superando el mundo de afuera, pero el ser entero que lo crea y sostiene adentro de nosotros. Paradójicamente, también es la razón por la que las experiencias genuinamente liberadoras no sólo asombran a la mente y excitan al corazón, sino que nos dejan sin aliento, en deleite y sacuden al cuerpo natural. Las revelaciones genuinamente revolucionarias revelan la verdad radical desgarradora de las formas, colores y sabores; de la presión del suelo bajo nuestros pies, el sabor del azúcar en la lengua, la encarnación del hecho fenomenal de que algo exista.
Ciertamente, tu cordura depende de tu capacidad de subsistir lo más lejos posible e independientemente del mundo-máquina y cada paso que tomemos para irrumpir su funcionamiento o difundir la comprensión de lo qué es y cómo funciona representa un progreso genuino, un retorno a lo que es bueno. Las huelgas que lo debiliten (sin exigencias reformistas, sencillamente rehusándose a limpiar, por ejemplo, las casas de los ricos o llevarse su basura), huelgas “blancas” (revueltas laborales) y presentismo24 (no hacer nada en el trabajo), activismo electrónico que elimine los registros (el primer y más importante acto de las revoluciones campesinas a través de la historia), que en colectivo se rechace el pago de rentas o préstamos, disrupción de los mecanismos de definición y control, fundación de comunas (y evasión de grupos activistas especialmente de “asambleas democráticas generales”), diseminar la dulce verdad y, las acciones más efectivas posibles, encontrar, romper y atascar los puntos débiles que todo sistema sobre-diseminado genera (mientras se evita la confrontación directa); todos estos actos son significativos y efectivos, como lo puede ser el cultivo de nabos, fabricar carbón, limpiar las playas, auto-inmolarte en el parlamento o aprender el fagot. Incluso un grupo comprometido e inteligente puede, eventualmente, en el momento oportuno, tener la capacidad de propinar un golpe mortal al sistema.25 Ejecutar esos actos genuinamente subversivos que destruyan al sistema no es opción para las personas gentiles y conscientes, tan sólo vivir en el anti-mundo los compele; pero las revueltas más diseminadas y las preparaciones más meticulosas no tienen una oportunidad de derribar completamente al sistema. Sólo la naturaleza puede hacerlo; el principio de autosacrificio (destrucción del ser) de tu propia naturaleza.
En última instancia, esta es la única forma de derrocar al sistema auto-informado; derrocar al ser auto-informado o ego que lo creó y lo sustenta. Conforme más personas se den cuenta, aprender a experimentar y expresar su propia naturaleza (un evento que inevitablemente se interpretará como “narcisista” por los egoides conectados al monolito), podrá el inimaginable poder natural de las personas trabajar en conjunto libremente (un conjunto de personas naturales, caóticas, informales, no-democráticas, no-centralizadas) para deshacer el sistema, como ya ha sucedido tantas veces en el pasado.
El significado de esta revolución interna radical, aunque a final de cuentas sea increíblemente sencilla, es para la mente sistémica común una odisea extraordinaria. Abordo este anarquismo absoluto en 33 Mitos del Ego.
Objeción 7: El anarquismo es una Locura
Muchas personas rechazan por completo la política, jamás leen las noticias, y creen que, bajo cualquier tema que caiga bajo la rúbrica de la “política”, como la inmigración, gobierno, dinero, clase social o trabajo, queda muy poco que decir al respecto, ya que todo es absolutamente mierda. Esta es una postura anarquista.
También ha habido muchas personas en la historia, en efecto, durante la gran parte de la historia si nos remontamos a los principios de la experiencia humana, que nunca han tenido que lidiar con algo que podríamos llamar política; con el estado, por ejemplo, o con la autoridad profesional, o con la guerra e impuestos, noticias y tecnología y demás. Entre tales personas encontramos a los cazadores recolectores primitivos, niños, animales, plantas y toda cosa que no sea humana dentro del universo. Ellos también son anarquistas.
Finalmente, habrá personas, numéricamente pocas, pero con una influencia que se extienda mucho mucho más del ámbito del alcance inmediato, que han rehusado la autoridad moral, intelectual o social de sus contemporáneos y han desentrañado la profundidad de sus propias experiencias conscientes. Dichas personas las llamamos grandes artistas y científicos. Quizás no sean anarquistas políticos, y su trabajo puede ser extremadamente sobrio u ordenado, pero en su acercamiento a sus faenas fueron, como Paul Feyerabend demostró, libertarios radicales. A veces llamamos a su trabajo anarquista también; por ejemplo, las comedias de Monty Python, las películas de Emir Kusturica, el pensamiento de Jiddu Krishnamurti, las historias de Mumin, la música de Can, los dibujos de Tomi Ungerer; cualquier rechazo radical a la autoridad que estimule nuestros instintos originales y naturales nos adentran en el anarquismo. Esta es la razón por la que tantas personas sienten una atracción hacia él. Georges Brassens, Percy Bysshe Shelly, William Blake, Mark Rothko, J.R.R. Tolkien, Lao Tzu, Jesús de Nazaret, Ludwig Wittgenstein, Leo Tolstoi, Albert Einstein y Gandhi evidenciaron en sus propias vidas que el rechazo a todas las restricciones es la única forma de expandir el conocimiento, experimentar la armonía, vivir con integridad o para pasarla bien.
Usualmente, este rechazo se interpreta como un tipo de negatividad o una manifestación de locura y estrictamente hablando, ese es el caso. El anarquismo, al igual que la idea ampliamente mal entendida del nihilismo, se define a grandes cuentas por lo que no es. Pero la vida, aquella que anarquistas y nihilistas veneran, no cabe en una definición. La realidad, como todos podemos ver de tiempo en tiempo, es mucho más extraña, sutil y más flexible de lo que se puede decir de ella.
El anarquismo, en el sentido más fino de la palabra26, se resiste a ser definido ya que declara que la única inteligencia, al igual que la única riqueza, es la vida misma; la vida consciente de cada uno de nosotros. La razón por la que hombres y mujeres no necesitan de reyes, príncipes, estados, profesionales, instituciones y sistemas que los gobiernen es porque la vida que llevan dentro es mucho más inteligente, más apta, más sensible, más misericordiosa y más creativa que cualquier otra cosa, ciertamente sobrepasa la autoridad humana. Pero esta vida no puede fijarse de forma racional. Se puede expresar de forma artística, indirecta, poética, musicalmente o con tono y vislumbres y las artes sencillas de la interacción humana; pero no se puede declarar rígidamente. Por esta razón las “creencias” del anarquismo, en cuanto puedan tomarse como declaraciones directas, son a menudo negativas, porque el anarquismo, al igual que el nihilismo se desechan a menudo por “estar en contra de todo”.
Otra razón por la que las personas acusan al anarquismo de nihilismo es que el anarquismo no es un acercamiento socialista ni capitalista a los problemas colectivos. La idea es esta: “Estás criticando nuestro equipo (comunismo, socialismo, feminismo, la nación, el mercado, lo que sea), ¡por lo tanto no crees en nada!” El sistema-estado (como el sistema-institución o el sistema-corporación) y los planes socialista-reformistas para organizarlo, es todo lo que hay, o todo lo que puede haber, por siempre jamás. Cualquier otra cosa es “nihilista” (porque el sistema es el universo) o, alternativamente, “una locura” (porque el sistema es la cordura) o, quizás, “irrealista” (porque la “realidad” es La Forma En Que Las Cosas Son y La Forma En Que Es La Gente). Los autómatas domesticados que inconscientemente dedican su servidumbre al sistema del estado tecnocrático (o corporativo o feudal) para siempre; esa es la realidad. Si uno se llega a oponer, entonces te conviertes por definición en un irrealista, loco y nihilista.
La mente egóica fabricó al mundo que nos domina y, por lo tanto, decir que en verdad no lo necesitamos le parece, naturalmente, una locura. Cuando se les presiona a decir lo que en efecto necesitamos, las respuestas que los anarquistas aportan parecen igual de absurdas; porque la mente egóica no puede comprenderlas. Esta “evasión ideológica” es, a fin de cuentas, la razón por la que muchas personas que en muchos aspectos de sus vidas son anarquistas, se rehúsan a definirse como tal. Cuando se ponen a pensar en sus posturas políticas o cultura, encuentro lo pensable; capitalismo, socialismo, cristiandad, humanismo, feminismo o alguna otra ideología del sistema. Y cuando piensan acerca del anarquismo, encuentran los pensamientos que el sistema ha colocado ahí; les parece inhumano, caótico, violento, reducido, irreal, incivilizado o una locura.
Y, aun así, la vida es anárquica, y todas las cosas buenas en ella lo son; incluyéndote a ti. Echa un vistazo a tus amistades, o tu vida amorosa, a tus actitudes hacia la naturaleza, a tu vida creativa (si cuentas con una), a tus juegos. En otras palabras, ¿cómo te comportas independientemente de los sistemas coercitivos de poder y control centralizados? ¿Basas tus relaciones más íntimas en una imposición autoritaria? ¿Acaso votas cuando sales con tus amigos? ¿Escribes y ejecutas rígidamente leyes con tu familia? ¿Rechazas llevar a cabo actividades amorosas hasta que estás propiamente acreditado? ¿Existe algún aspecto socialista acerca de tu vida natural? ¿Creas, improvisas, juegas y colaboras en grupos democráticamente? Yo no lo creo así. Puede suceder algún momento donde “mostremos nuestras manos”, pero por mucho, la más generosa, más inteligente y más disfrutable realidad de la vida colectiva y personal sucede sin ningún tipo de dominación; vive misteriosa, natural y espontáneamente. Libre.
Esto es por qué el anarquismo es el instinto que no desaparece. La naturaleza es anárquica, los niños anárquicos, la mente creativa y libre es anárquica, todos los amados ancestros de la humanidad de alguna forma fueron anárquicos y toda la sociedad humana, más allá de la microscópica burbuja del estado [corporativo], es y ha sido siempre anárquico; los cazadores recolectores, amigos, amantes y grupos de trabajo más efectivos. Somos anarquistas.
¿Qué podrá alcanzar una sociedad anarquista algún día? Imagina que quitáramos al estado y todas sus leyes, deshiciéramos nuestras instituciones y corporaciones, que la asistencia al colegio fuera voluntaria, que se abrieran las prisiones, que se abolieran los títulos educativos y toda la acreditación profesionista, que se abriera el acceso a todos a los recursos resguardados por profesionistas, que se anularan todas las deudas, que se aboliera la policía el ejército y la tecnología industrial moderna, el dinero, los bancos y la propiedad privada. En pocas palabras, imagina que ahora viviéramos “como si ese día hubiera llegado”. Nos podrá parecer que considerar tal prospecto resultaría en un caos y sufrimiento inimaginables. Pero, incluso poniendo eso de lado, afuera de las escasas burbujas de confort, el mundo ya es un caos y sufrimiento inimaginable, por lo que sigue siendo una objeción irrelevante; ya que muy pronto habrá un colapso que lo concebirá de cualquier manera. Tenemos la opción de elegir ese tipo de colapso o uno que nosotros mismos organicemos. En cualquier caso, será terrible; pero sé cuál prefiero yo.
Has leido un fragmento de la guía completa del anti-mundo, “33 Mitos del Sistema”, escrita por Darren Allen y traducida por Michael Robles, para su publicación en el 2020. La obra completa en inglés está disponible aquí.
Notes
- Lo cual puede ocasionar confusión por el significado etimológico o literal del anarquismo, “la ausencia de un jefe”.
- Usualmente se justifican por su “pragmatismo”. Por esta razón Kropotkin apoyó al estado al igual que, actualmente, también Chomsky.
- Y podríamos argumentar que también Jesús de Nazaret, siempre y cuando descontemos sus pronunciamientos dudosos (en el sentido de que es improbable que sean de su autoría) para la formación de la iglesia y aquellos del propagandista enigmático y autoritario, [San] Pablo de Tarso.
- Y la excepción menos destacable, Max Stirner, que apoyaba perturbadoramente al ego.
- Aunque hay pocas personas capaces de discernir la autoridad real en un sistema que brutaliza la sensibilidad. Todos nos ahogamos ante las órdenes de los cretinos que son laudados por su autoridad filosófica, artística y moral como una preocupación pasajera para los sistemacráticos a diferencia de que se diera con alguien que sepa lo que se tiene que hacer.
- “En cualquier tribu es posible encontrar a un jefe de caza, un jefe de danza, una jefa de las mujeres, un jefe por el rango de edad y un jefe de la pesca. Estos líderes funcionan sólo en contextos específicos y por duraciones limitadas de tiempo; usualmente, su primacía se basa en su capacidad particular para la actividad. No se proyecta sobre la vida diaria; y, casi todos en la sociedad, en algún momento, estarán en posición de “jefes”.” In Search of the Primitve: Stanley Diamond. Bakunin, Comerford y Ruskin han hecho observaciones similares sobre el liderazgo “omnárquico” fluido.
- La policía se inventó para rastrear esclavos, controlar las multitudes que desafíen el poder, los rebeldes y proteger las tiendas; que al combinarlos con las funciones más modernas de vigilancia, intimidación, hacerle la vida más difícil a las personas desempleadas en la calle y llenar formatos, son las tareas principales de la policía. Llegar a tu casa después de que ha sido robada es sólo un acto de relaciones públicas.
- Significado sin programas de estudio, compulsión por el estado, credencialismo y demás. No hace falta derribar los edificios, algunos son muy agradables. Incluso podrían usarse, a pesar de su historia, para el estudio.
- Al menos inicialmente sí. Las malas hierbas acaparan los campos en cuanto se le liberan de los controles artificiales.
- O caótica, aunque prefiero no usar esta palabra ya que el caos de la naturaleza es más como el “caos” de la teoría del caos, un estado paradójico entre el caos impredecible y un orden apreciado y generado intuitivamente (en lugar de sólo las creaciones mentales).
- Los barrios no tienen nada de malo. He vivido en unos a los que felizmente llevaría a mi abuela.
- Según Woodcock en Anarchism: A History of Libertarian Ideas and Movements.
- Una palabra que, incidentalmente, es notoriamente difícil de definir.
- Ver Peter Gelderloos, How Nonviolence Protects the State, para una crítica, que, aunque imperfecta, es abarcadora y convincente al tratar el pacismo totalitario, un argumento para el uso de la violencia bajo ciertos casos.
- Algunas culturas de cazadores-recolectores también son jerárquicas. La palabra “jerarquía” se emplea normalmente en un sentido completamente negativo; se dice que los procesos jerárquicos siempre están predicados en la fuerza. Por esta razón la palabra no funciona provechosamente al describir las federaciones anarquistas.
- Un no podría decir que los barrios pobres de India, Brasil y Pakistán son un “éxito” en cuanto a que permiten a las personas vivir bien, pero en cuanto a que han permitido su subsistencia, bajo circunstancias horríficas, y sin ningún tipo de planeación central. A menudo exhiben uno de los ejemplos más finos de la anarquía en acción.
- “Aquellos que han vivido entre los salvajes o bárbaros en distintas partes del mundo han relatado como han presenciado reuniones donde las materias en cuestión de interés eran discutidas. Cuando, después de un tiempo, el observador inglés encontraba que las personas estaban discutiendo algo completamente fuera del tema y preguntaban cuando iban a decidir la cuestión que les había interesado se les respondía que ya habían tomado una decisión y que habían pasado a otros temas … Los miembros de la reunión se habían percatado, en algún punto, que estaban todos en un acuerdo, y que no era necesario expresar el acuerdo explícitamente para notarlo.” W.H.Rivers
- James C. Scott, Against the Grain. Han existido, según Peter Gelderloo, “sociedades decididamente anti-autoritarias y ecocéntricas”.
- Particularmente las herramientas de tecnología avanzada, pero también las “herramientas” hipercomplejas de la organización social que logra erigir pirámides y alimentar faraones.
- James C Scott, Weapons of the Weak. Algunos de los movimientos radicales de la edad media, como los “ranters” y los “hermanos del espíritu libre”, también eran extensamente anarquistas. En efecto, las llamadas “eras oscuras”, el periodo previo al medioevo tardío estereotípico de hambruna, servidumbre, intolerancia, pobreza y plagas, sólo fueron oscuras para los estados, que eran incapaces de controlarlos. Muchas villas medievales no eran precisamente anarquistas, pero, después de destronar a sus lores, gozaron de una independencia y equidad de tal nivel inimaginable para este momento.
- Cambiar la energía no-renovable a energía renovable requeriría una cantidad obscena de energía, sin mencionar una cantidad de recursos de la que no disponemos.
- O en última instancia prescindiendo de toda evidencia. El anarquista rinde honor a los hechos de la evidencia, pero están subordinados a la consciencia del contexto, la cual en última instancia no es un hecho. Ver 33 Mitos del Ego.
- Peter L. Berger and Thomas Luckmann, The Social Construction of Reality.
- El presentismo es un neologismo acuñado por el autor, denota el término opuesto y complementario al ausentismo, presentarse al trabajo sin efectuar una funcionalidad laboral.
- El libro de Kaczynski, Anti-Tech Revolution: Why and How, provee de una visión general de cómo dicho grupo necesitaría estar constituido y qué tendría que hacer. Su crítica de la mediocridad del reformismo es, como en otras instancias, particularmente útil. Y chistosa. Pero, como dije en las notas del Mito 32, Kaczynski tiene casi cero entendimiento o apreciación del ser consciente, o del rol que el ego tomó para formar el sistema o que toma para mantenerlo, o lo que tomaría para arruinar un potencial grupo genuinamente revolucionario. Dicho grupo, según las líneas que Kaczynski determina, puede ser capaz de proveer un servicio a la tierra. ¿Quién sabe? Pero yo no lo apoyaría. El tipo de grupo que realmente podría lograr lo que necesita hacerse y con estilo, sería mucho más gentil y más gozoso de lo que Kaczynski parece pensar. Esto no significa que se opondrían a la violencia, o ser inconsistentes. Significaría que serían humanos.
- “¡Purista! ¡Sectario! ¡Centinela! ¿Quién eres tú para decir lo que es el anarquismo? ¿Para excluir a los que no caben en tu definición estrecha?” Mi respuesta a esa pregunta es este libro.